jueves, 21 de octubre de 2010

Érase una vez el amor.

[Música: Comptine d’un autre été, L’après midi]

Coge
el metro
hasta Pigalle,
sí,
la línea
verde
(oscuro).

Camina
cerca del
Moulin Rouge
y comienza a subir
rue Lepic,
respira
un poco.

Párate
espérate
aunque sea dos
o tres minutos
en la esquina
de Les deux
molins.
Roba
algún
beso.

Ya parece
que sabe mejor.

Agárrate fuerte
de su mano
y sigue el
slalom
por las calles
empedradas
de Montmartre

hasta llegar
a la
pintoresca
plaza
que dibuja
toda
la magia de
la ciudad.

Es buen
momento
para volverse
a rozar.

El camino
que continúa
sólo
es apto
para soñadores.

Unos pasos más
adelante.

Llegando
a las puertas
del (sagrado)
corazón.

Ya está.

Mírala.
Y vuelve a mirarla
todas las veces que
haga falta
porque
puede que tardes
mucho tiempo
en sentir
algo así.

Está
anocheciendo.

¿No está preciosa?

Al fondo,
detrás
de ella,
se van apagando
poco a poco
todas
las luces
que inundan
París.

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