No puedo
escribir
ni una
sóla
palabra.
Será
porque
ya
ha llegado
el frío
y
el viento
que
grita
y golpea
en fuertes
oleadas
ha arrancado
mis últimas
ideas.
O
mejor
acusaré
como culpables
a la panda
de sucios
realistas
que
me roban
el tiempo
me destrozan
la cabeza
y siempre
me dan
más
ganas
de vivir,
pero que
nunca
he conseguido
imitar.
No lo sé.
Pero
esta
noche
no
he cubierto
la soledad
de mis versos
de carne
y hueso
ni he sido
capaz
de encontrar
dos lunares
casi
simétricos
en la
oscuridad
encerrada
en
menos
de 90
centímetros
ni he podido
morder
y
oler
-al mismo tiempo-
el sabor
a poesía
de
su cuello.
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